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miércoles, 6 de enero de 2016

Una infografía para educar en sexualidad

Modelos de educación sexual


Un artículo publicado por la revista electrónica Educare habla sobre los tipos de educación sexual que se pueden utilizar.

Storino (2004) plantea la existencia de cuatro modelos básicos de educación sexual: 

1. Modelo reproductor estricto: se basa en fundamentos fuertemente prohibitivos, no se tienen en cuenta las dimensiones placentera y de comunicación y todo lo que escapa al estrecho margen de la penetración vaginal, realizada en el marco del matrimonio y con un fin reproductor, es calificado como algo sospechoso, ilícito, desviado o aberrante. 

2. Modelo reproductor progresista: en él se toma en cuenta la sexualidad como una dimensión importante de cada individuo y ligada a la salud. Se denomina modelo reproductor, aunque progresista, porque no cuestiona los fundamentos del modelo de la sexualidad que se centraba en una única práctica sexual, la reproductora. Y es progresista en el sentido de que se comprende y comienza a valorar el placer sexual y el disfrute mutuo como algo importante. 

3. Modelo permisivo-orgásmico: se trata de un modelo basado en la permisividad con respecto a las diferentes manifestaciones de la sexualidad humana. Se opone a la prohibición de cualquier forma sexual y parece admitir la diversidad sexual en las personas. Además, afirma la importancia del placer sexual compartido, así como la comunicación y el intercambio personal. 

4. Modelo humanista: entiende la sexualidad humana como una dimensión básica de todas las personas, importante para la salud, el equilibrio emocional y la realización personal. Reconoce la necesidad de establecer programas educativos, adaptados a las diferentes edades, con el objetivo de asegurar una información sexual básica y una educación para la vida. Reconoce la aceptación del placer, del propio cuerpo y de la comunicación.

¿De dónde vienen los bebés?

Video práctico sobre educación sexual infantil, pincha AQUÍ.

sábado, 2 de enero de 2016

Es un trabajo conjunto

Según la guía para padres, madres y profesorado de infantil del ministerio de Educación, Cultura y Ciencia.
Si aceptamos que la educación sexual es responsabilidad tanto de las familias como de las escuelas, se hace evidente la necesidad de intercambio entre quienes educan en los dos ámbitos, lo que conlleva intentar superar barreras y dificultades que pueden limitar esta comunicación. Para algunas familias, no es fácil aceptar que en la escuela se trabaje la sexualidad con sus hijos e hijas. Asimismo, para algunas madres y/o padres, hablar de lo que viven sus hijas e hijos en casa no siempre supone una tarea fácil, ya que muchos de sus comportamientos y sufrimientos tienen que ver con determinados acontecimientos familiares. Les cuesta ahondar en todo ello, entre otras cosas, porque temen la culpabilización, los posibles reproches o la falta de comprensión por parte del profesorado.



Por otra parte, algunos maestros y maestras no terminan de tener claro que la educación sexual sea realmente una función que les corresponde. Quienes sí lo tienen claro, sienten cierto temor a que las familias interpreten este trabajo o cualquier manifestación de afecto hacia sus hijos o hijas como abuso o perversión. Por todo ello, para que ambas instituciones colaboren entre sí, hace falta crear relaciones de confianza en las que sea posible decir la verdad, nombrar y ahondar en estas dificultades sin negarlas ni esconderlas, y encontrar los modos de colaborar que tengan en cuenta los miedos, necesidades y deseos de todos y todas.



Hay actitudes que ayudan a entender nuestras propias dificultades y las del otro o la otra, y a abrir un proceso de comunicación que parta de la confianza y el respeto mutuo. Estas son algunas de ellas:

La honestidad para contar aquello que se hace y lo que no se hace en la práctica educativa que cada cual desarrolla. Lo que implica preguntarse: — ¿estoy en disposición de contar la verdad sobre mis formas de sentir y hacer educación, o temo los riesgos que van implícitos cuando hablo en primera persona?

La humildad para aceptar las dificultades y miedos (tanto propios como ajenos). Lo que implica preguntarse: — ¿estoy en disposición de escuchar los miedos y dificultades ajenos sin enjuiciarlos?; — ¿soy capaz de expresar mis miedos y dificultades sin sentir que con ello estoy mostrándome “poco” profesional?; — ¿soy capaz de expresar mis miedos y dificultades sin sentir que con ello soy una “mala madre” o un “mal padre”?

La apertura que permite reconocer que un maestro o una maestra puede aprender de una madre o un padre, y viceversa. Lo que implica preguntarse: — ¿estoy en disposición de dejarme dar y de aprender de las experiencias de otras personas que no forman parte de mi familia?; — ¿estoy en disposición de dejarme dar y de aprender de las experiencias de otras personas que no son profesionales de la enseñanza?

Las ganas de facilitar el trabajo de todos y todas poniendo sobre la mesa aquella información y herramientas que se conocen y se consideran útiles. Lo que implica preguntarse: —¿siento que al dar este tipo de información estoy abriendo un camino para intercambiar saberes o, por el contrario, siento que estoy exponiéndome demasiado?



En las relaciones entre la familia y la escuela, lo importante es que cada cual (se a padre, madre, maestro o maestra) procure entender en cada situación concreta qué es lo que dificulta el desarrollo de estas actitudes, sobre todo aquello que tiene que ver con uno mismo o un a misma. No se trata de buscar culpables, ni de obligarnos a hacer aquello que no nos sale, si no de entender para buscar los modos realmente posibles de transformar aquello que no funciona o funciona mal.

¿Quién educa a los niños en la sexualidad?

Según la guía para padres, madres y profesorado de infantil del ministerio de Educación, Cultura y Ciencia.
Cualquier persona adulta que se relacione con una niña o un niño está educando la afectividad y la sexualidad, quiera o no quiera. Se hace educación sexual con las palabras que se dicen y que no se dicen, con los gestos, abrazos, caricias o muestras de afecto que se dan y que no se dan...; y todo ello son elementos que siempre están presentes en las relaciones que establecemos con las criaturas desde que nacen.

Las criaturas son como esponjas, atienden a todo lo que ven y oyen; perciben los sentimientos y pensamientos más allá de las palabras. Los niños y las niñas, por tanto, siempre aprenden hechos, actitudes y conductas sexuales de las personas adultas que les educan, tengan éstas o no conciencia de ello; incluso cuando lo que predomina es el silencio o el hermetismo, ya que no hablar de estas cuestiones es ya un modo de comunicar mensajes.

padre enseñando a su hijo a afeitarse
Los niños y las niñas establecen sus primeros vínculos en la familia, y suelen recibir de su madre y/o padre una dedicación e implicación muy profunda que difícilmente se vuelve a dar en otros lugares. En el contexto familiar suele ser más fácil la atención a la singularidad de cada una y cada uno. Los cambios producidos con la incorporación masiva de las mujeres al mercado laboral ha dado lugar a una escolarización más temprana, de modo que la escuela suele compartir con la familia los primeros años de su socialización. Se podría decir que, de algún modo, las escuelas infantiles ensanchan el marco familiar y significan hoy en día el lugar por excelencia donde niños y niñas aprenden a socializarse.

Las maestras y maestros cuentan generalmente con más conocimientos teóricos y técnicos relacionados con la educación que las madres y los padres. Son conocimientos que ayudan, pero que carecen de sentido si no se ponen todos los sentidos en la tarea. La escucha, la creatividad y la apertura son los elementos que permiten saber qué estrategia es la más adecuada para cada momento y para cada criatura. Sin embargo, cuando la relación se basa fundamentalmente en los manuales o en las grandes teorías, la relación corre el riesgo de convertirse en una técnica, perdiendo su frescura y potencial creativo. Crear un ambiente afectivo es la base para cualquier tipo de aprendizaje, sea éste realizado en casa o en la escuela. Lo que supone, además, la creación de referentes significativos para el aprendizaje de la expresión de los sentimientos y el intercambio de afectos.


En definitiva, aun que ser madre (o padre) y maestra (o maestro) no es lo mismo, ya que su ponen implicación es y contextos diferentes, los elementos básicos y necesarios para educar la sexualidad de niños y niñas no difieren de un modo claro y preciso entre la escuela y la familia, porque lo que realmente importa es la calidad de la relación que establezcamos en ambos casos.

Objetivos de la educación sexual en la infancia

Según la guía para padres, madres y profesorado de infantil del ministerio de Educación, Cultura y Ciencia.
La educación de la sexualidad comprende el desarrollo de las niñas y los niños como seres sexuados de una forma sana, libre, feliz y responsable. 
Esta finalidad se traduce en los siguientes objetivos: 
● Conocer, aceptar y cuidar el propio cuerpo sexuado. 
● Dar un sentido y un significado propio y singular al cuerpo sexuado. 
● Reconocer y valorar la diferencia sexual. 
● Vivir y expresar la sexualidad en relación, es decir, teniendo en cuenta al otro o a la otra.

Los modelos a seguir

Un artículo del El diario.es Andalucia  publicado el 07/03/2014 por Miguel A. Parra Anguita nos hace ver la influencia que tienen los personajes disney en las más pequeás.
Desde la sumisa Vilma Picapiedra o la insulsa Minnie Mouse hasta las hipersexualizadas Monsters High, pasando por la candorosa Candy, Candy , nuestro imaginario colectivo está repleto de personajes infantiles femeninos que reproducen conductas estereotipadas y sexistas. En lo alto de la lista están las princesas Disney, la mayoría de ellas monas, lánguidas, frágiles y enamoradizas y que constituyen un claro ejemplo negativo de feminidad, únicamente preocupadas por encontrar el amor en el príncipe azul de turno que las rescatará. 

“En lo que al género de animación se refiere, tradicionalmente se han construido personajes asignándoseles una serie de características en función de si eran mujeres u hombres, quedando encasillados en roles y estereotipos basados en la desigualdad de género”, afirma Inmaculada Sánchez-Labella, doctora en Comunicación por la Universidad de Sevilla y autora del estudio Construcción de la imagen femenina en las series de animación.
En el lado opuesto a las princesas disneys más tradicionales, también podemos encontrar personajes que se atrevieron a romper con lo establecido en materia de igualdad de género, que reclamaban su independencia, su libertad y la igualdad de derechos respecto a sus compañeros varones. Personajes autónomos, como la abeja Maya o como Pippi Calzaslargas que quería ser pirata.
 Aquí están algunos de esos modelos de insumisión que han colaborado en la construcción de una sociedad más igualitaria entre hombres y mujeres:
1. Mary Poppins: El personaje que interpretó Julie Andrews es una mujer soltera, trabajadora, independiente en una época en la que no es lo habitual. "Toma sus propias decisiones y sus méritos no radican en la belleza”, asegura Herrera, experta además en comunicación educativa, cine e igualdad de género. Y añade: “El personaje literario lo era aún más, pero Walt Disney se encargó, de forma perversa, de edulcorar la obra de Pamela Lyndon Traver para la gran pantalla”.
2. Pippi Calzaslargas: En los 70 marcó a toda una generación precisamente porque poseía características y actitudes “propias de un personaje masculino: estaba dotada de una gran fuerza, era rebelde, autónoma y aventurera”, señala Sánchez-Labella. También ayudaba a ello su modo de vestir, que rompía con los roles y patrones tradicionales que dibujaban el género femenino, “por su estilo desaliñado, despreocupado y alejado del estereotipo cuidado y delicado”. Libre, independiente, fuerte, divertida, irreverente… con ella llegó la transgresión. “Pippi traspasaba sin vacilar las normas sociales y el pensamiento hegemónico de la época porque no tenía absolutamente nada que ver con lo que se esperaba de una señorita”, explica Sonia Herrera.
3. Las Súpernenas: Son tres hermanas que tienen que salvar su ciudad cuando el alcalde las necesita. Vestidas igual pero de distinto color, su principal característica es que son superheroínas, un hecho “atípico” para la investigadora Sánchez-Labella puesto que, “en su mayoría, y desde la estereotipia tradicional, el constituirse como personajes protagonistas con poderes era propio de los personajes masculinos”.
4. Mérida (‘Brave’): “Esta princesa subvierte el rol tradicional de princesa Disney”, afirma Sonia Herrera, pues rompe con los roles tradicionales y decide redirigir su futuro al poner fin a la antigua costumbre que la obligaba a casarse con los hijos de los señores pudientes de su reino. “Es una joven valiente, aventurera, impulsiva y experta arquera, lo cual puede llamar la atención del público pues se trata de actividad deportiva asignada tradicionalmente al género masculino”, añade Sánchez-Labella. Mérida no tiene nada que ver con Cenicienta o Blancanieves y está muy alejada de los tradicionales personajes representados en este tipo de historias. “Se la dibuja como un personaje revelador y rompedor con los esquemas hasta ahora asignados a los personajes de princesa”, añade la investigadora. Su aspecto físico, con una melena pelirroja, alborotada y desaliñada, simboliza su espíritu libre y valiente, como el título de la película.
4. Dora, la exploradora: Es una niña de 7 años divertida, alegre y amable con rasgos latinos, lo cual introduce un aspecto positivo desde la perspectiva de la evolución de la igualdad social y cultural.
5. Ana (‘Frozen, el reino de hielo’): La protagonista de la última producción de Disney se une a un audaz hombre de las montañas en un viaje épico para poner fin al gélido hechizo que condenó a la ciudad de Frozen a un invierno eterno. “Aunque se presenta con rasgos propios de una princesa: esbelta silueta y larga cabellera rubia, Anna se diferencia de este estereotipo tradicional presentándose como una joven optimista, valiente, aventurera y astuta”, indica Inmaculada Sánchez-Labella. “Aquí el amor romántico es una parte más de la trama, pero adquiere mucha más importancia el amor entre las hermanas Elsa y Ana, rompiendo así con el relato patriarcal tradicional”, añade Sonia Herrera.

Hipersexualización de las niñas

En los últimos tiempos estamos asistiendo, con gran preocupación a lo que parece responder a un nuevo patrón de exaltación de la sexualidad de las niñas: niñas presentadas en los medios como miniadultas, sexualmente excitantes, con preocupaciones y conversaciones sobre manicura, pedicura, tallas, bolsos, tacones y maquillaje.
En el artículo aparecido el sábado 14 de marzo de 2015 en el diario El Mundo,Las niñas objeto, la presidenta de AMS Soledad Muruaga opina sobre las terribles consecuencias para el desarrollo de las niñas.
Este patrón responde sin duda a necesidades del mercado de consumo. Como dice la terapeuta Elena Mayorga hoy en día, los niños y, sobre todo, las niñas están siendo utilizadas y “sexualizadas” como medio para vendernos a los adultos y a ellas mismas, todo tipo de productos. Se está exponiendo a nuestros hijos y sobre todo a nuestras hijas como “mercancía sexual” y eso en un mundo donde los abusos a menores aún es moneda común en muchos lugares, es un hecho extremadamente grave y peligroso.
Además este patrón de hipersexualización de las niñas responde a otras necesidades e intereses. Como denuncia la psicóloga Olga Carmona "Las niñas van asumiendo con naturalidad perversa su condición de objetos sexuales". Así, se desarrollan mujeres frágiles, extremadamente vulnerables, inmersas en una batalla constante consigo mismas, de la cual es imposible que salgan victoriosas.
Esto tiene graves consecuencias en la vida, la salud y la autoestima de las niñas y adolescentes: indirectamente, este patrón de hipersexualización en las niñas podría estar relacionado con la aparición trastornos de la conducta alimentaria durante la adolescencia. El modelo de extrema delgadez y muchos otros modelos que se muestran como ideales influye en el desarrollo moral de las niñas.
Por otro lado, esta hipersexualización hace que se infravaloren social y personalmente el resto de ámbitos que componen la identidad femenina.
Solemos responsabilizar del problema a la publicidad, la industria de la moda y los juguetes, el cine y la televisión, etc. Es cierto que los medios de comunicación tienen un papel fundamental en la difusión de estereotipos dañinos pero además no queremos dejar de llamar la atención acerca del papel de los padres y las madres en el impacto que tiene este patrón de hipersexualización en el desarrollo personal de sus hijas. Como dice la psicóloga Mónica Serrano, es fundamental que las madres sean conscientes de que ellas son el principal modelo femenino de sus hijas y que si ellas se liberan del patrón de hipersexualización, estarán liberando también a sus hijas.
Del mismo modo, el papel de los padres, como figura masculina de referencia, también es fundamental. La forma de valoración del padre a las mujeres es captada por las niñas como modelo de valoración del sexo opuesto en general.