Cualquier persona adulta que se relacione con una niña o un
niño está educando la afectividad y la sexualidad, quiera o no quiera. Se hace
educación sexual con las palabras que se dicen y que no se dicen, con los
gestos, abrazos, caricias o muestras de afecto que se dan y que no se dan...; y
todo ello son elementos que siempre están presentes en las relaciones que
establecemos con las criaturas desde que nacen.
Las criaturas son como esponjas, atienden a todo lo que ven
y oyen; perciben los sentimientos y pensamientos más allá de las palabras. Los
niños y las niñas, por tanto, siempre aprenden hechos, actitudes y conductas
sexuales de las personas adultas que les educan, tengan éstas o no conciencia
de ello; incluso cuando lo que predomina es el silencio o el hermetismo, ya que
no hablar de estas cuestiones es ya un modo de comunicar mensajes.
Los niños y las niñas establecen sus primeros vínculos en la
familia, y suelen recibir de su madre y/o padre una dedicación e implicación
muy profunda que difícilmente se vuelve a dar en otros lugares. En el contexto
familiar suele ser más fácil la atención a la singularidad de cada una y cada
uno. Los cambios producidos con la incorporación masiva de las mujeres al
mercado laboral ha dado lugar a una escolarización más temprana, de modo que la
escuela suele compartir con la familia los primeros años de su socialización.
Se podría decir que, de algún modo, las escuelas infantiles ensanchan el marco
familiar y significan hoy en día el lugar por excelencia donde niños y niñas
aprenden a socializarse.
Las maestras y maestros cuentan generalmente con más
conocimientos teóricos y técnicos relacionados con la educación que las madres
y los padres. Son conocimientos que ayudan, pero que carecen de sentido si no
se ponen todos los sentidos en la tarea. La escucha, la creatividad y la apertura
son los elementos que permiten saber qué estrategia es la más adecuada para
cada momento y para cada criatura. Sin embargo, cuando la relación se basa
fundamentalmente en los manuales o en las grandes teorías, la relación corre el
riesgo de convertirse en una técnica, perdiendo su frescura y potencial
creativo. Crear un ambiente afectivo es la base para cualquier tipo de
aprendizaje, sea éste realizado en casa o en la escuela. Lo que supone, además,
la creación de referentes significativos para el aprendizaje de la expresión de
los sentimientos y el intercambio de afectos.
En definitiva, aun que ser madre (o padre) y maestra (o
maestro) no es lo mismo, ya que su ponen implicación es y contextos diferentes,
los elementos básicos y necesarios para educar la sexualidad de niños y
niñas no difieren de un modo claro y preciso entre la escuela y la familia,
porque lo que realmente importa es la calidad de la relación que establezcamos
en ambos casos.
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